Amigo, amiga, al nosotros identificarnos espiritualmente para usted, “usamos de mucha franqueza”, como dice el apóstol Pablo (2 Corintios 3:12), para que no nos confunda con otros grupos que hablan de Dios y de Cristo- a la vez oramos fervientemente que nuestra franqueza no sea causa de tropiezo sino evidencia de verticalidad espiritual. Al explicarle quienes somos, también le diremos quienes no somos para que nuestra identidad sobresalte y formule usted en su mente una imagen correcta.

Somos “cristianos” (Hechos 11:26). Dios dio a su pueblo el nombre “cristiano” (1 Pedro 4:16, Efesios 3:14-16). ¿Con qué justificación tomaríamos otro nombre? Le animamos a que tome usted también sólo el nombre “cristiano,” tal cual los primeros discípulos del Señor. No somos “Católicos”, “Protestantes”, “Evangélicos”, “Pentecostales”,
“Testigos de Jehová” o “Mormones”, nombres de invención humana que dividen.
Nos llamamos cristianos, nombre divino que une a los hijos de Dios y glorifica a Cristo.

Somos la iglesia de Cristo (Romanos 16:16). El Señor añade los salvos a esta iglesia (Hechos 2:37-47). ¿Ha sido añadido usted?

Somos la continuación legítima de la iglesia establecida en el día de Pentecostés
(Hechos 2). Hemos nacido de la misma “simiente... incorruptible” (1 Pedro 1:23) que resultó en la formación de aquella iglesia. Seguimos la misma “doctrina de los apóstoles” que fue predicada en el primer siglo. ¿Conoce y sigue usted esta “sana doctrina” que salva (Tito 2:1; 1 Timoteo 4:16)?

Somos la iglesia sometida a Cristo. Cristo es nuestro único Fundador, Cabeza, Salvador
y Rey, ya que estableció su iglesia sobre la roca de su propia divinidad (Mateo 16:18; Efesios 5:23; Hebreos 1:8-9). Somos su iglesia, pues somos “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:19-22). No somos una iglesia fundada por teólogos, sacerdotes, pastores, pastoras, ministros o evangelistas que ponen “otro fundamento” (1 Corintios 3:10-11). No somos una “secta cristiana” nacida de la “simiente corruptible” (1 Pedro 1:23), producto de la gran “apostasía” (2 Tesalonicenses 2:1-12).

Somos la iglesia cuya doctrina es la original del Nuevo Testamento. Nuestra práctica (culto, organización, obras, vida espiritual) es acorde con la doctrina. La deducción es lógica y necesaria. Reiteramos: ¡somos la continuación legítima de la iglesia original! ¡Somos parte de la iglesia más antigua del mundo! Sin sombra de jactancia. Esta conclusión no es el fruto de fanatismo. Cualquier grupo de creyentes en Cristo, en cualquier lugar del mundo, se hace parte de la iglesia original de Cristo al predicar y practicar toda la “sana doctrina”.

Encontramos que la Iglesia Católica Romana no puede ser la iglesia más antigua del mundo por una razón poderosa: su dogma y liturgia no se encuentran en el Nuevo Testamento. Históricamente, sus raíces datan sólo desde el tercer siglo de la Era Cristiana. Las “tradiciones de los hombres” (Colosenses 2:8), censuradas por Cristo porque invalidan “el mandamiento de Dios” (Mateo 15:6-8), son su fundamento, confesándolo sus teólogos y toda su jerarquía, glorificándose y apoyándose en las tradiciones religiosas que siguen tenazmente.

Encontramos que las iglesias protestantes, evangélicas y pentecostales no pueden ser la iglesia más antigua del mundo por una razón poderosa: Muchas de sus doctrinas básicas contradicen la “sana doctrina” (Tito 2:1) de la Biblia, por ejemplo, “salvo por fe sola”, “diezmos”, “seguir el Antiguo Testamento”, “la predestinación particular”, “aprobación
y fomentación del sectarismo cristiano”, etcétera. Además, descubrimos que fueron fundadas por líderes religiosos sin inspiración divina (Lutero, Calvino, Smythe, Wesley, José Smith, Rutherford, Elena White, etcétera) y no por Cristo. En realidad, son “hijas” de la gran “apostasía”, pues arrastran cada una algunas de las doctrinas de la apostasía profetizada por el Espíritu de Dios (2 Tesalonicenses 2:1-12; 1 Timoteo 4:1-5; 1 Pedro 2:1-3).

(Escribe Homero Chappley de Álamo)

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Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;...... Romanos 1:16